lunes, 30 de marzo de 2015

Historias del metro (I)

La gente dice que la tecnología de hoy en día nos aísla los unos de los otros en vez de fomentar las relaciones sociales. Hay un blog bastante popular que lo ilustra muy bien, se llama We Never Look up que quiere decir nunca miramos hacia arriba o nunca levantamos la cabeza. Esto se puede ver claramente en el transporte público, sobre todo en el metro, ya que aquí no podemos admirar el paisaje desde la ventanilla. Pero en realidad ésto no es algo de ahora.

Fuente: Reddit

Fuente : NYTM

De entrada tenemos la premisa de que vivimos en una sociedad en donde el tiempo es oro. Si para ir a trabajar empleas alrededor de 30 o 60 minutos de ida y otro tanto de vuelta... al final del día son muchos minutos. Ese tiempo puedes o bien utilizarlo para hacer algo mientras viajas o simplemente desaprovecharlo.
Lo malo es que no siempre puedes hacer algo a la vez que viajas en metro. De primeras, si es hora punta estarás tan apretado entre la gente que sujetar un libro en una mano mientras intentas sostenerte a ti mismo agarrándote con dos dedos a una barra puede parecer un trabajo circense. 
Aún así, si no te gusta leer, ¿cómo podrías aprovechar esos minutos de metro en caso de que quisieras aprovecharlos? ¿Qué actividades se pueden realizar en el metro? Hay gente que hace encaje de bolillos y otras cosas por el estilo pero, sinceramente, no hay mucha gente que disponga de esta habilidad o de las ganas que esta actividad implica para ponerse a tejer una bufanda en medio de un vagón del metro. Así pensando vemos que, salvo alguna chica mañosa que se retoca el maquillaje y algún que otro chaval que se come un bocadillo, aparte de la lectura de un libro, el periódico o el kindle no hay muchas más actividades para hacer y así aprovechar ese tiempo tan preciado.

¿He dicho Kindle? ¡Ajá! aquí entramos en terreno jugoso: las pantallas que emboban. Este grupo lo forman los smartphones, las tablets, los libros electrónicos y demás aparatos cuyas pantallas nos surten de pasatiempos. El principal éxito de las pantallas es debido a su formato; las sostenemos en nuestras manos como si de un libro se tratara. Uno puede más o menos mantener el equilibrio en el metro agarrándose con una mano mientras sostiene el teléfono en la otra. Los usuarios de una tablet rozan el equilibrismo porque normalmente se necesitan dos manos para sostenerla, así que principalmente la usarán cuando vayan sentados. Por la misma razón del formato es por lo que los ordenadores, a pesar de ser portátiles no triunfan tanto en el transporte público como los aparatos de menor tamaño.

Así que la conclusión es que podemos hacer toda aquella actividad que nos venga dada a través de uno de estos aparatos con formato apropiado para el metro. Así pues podemos leer, chatear, hablar por teléfono, jugar a videojuegos, etc. Pero de estas actividades cuáles podrían ser clasificadas dentro de aquellas que nos permiten aprovechar el tiempo y cuáles desaprovecharlo. Una gran parte de las personas que viajan en metro están embobadas con los colores chispeantes del juego Candy Crush. Pero si, como bien decíamos al principio, el tiempo es oro, ¿Por qué lo desperdiciamos?
Cabe decir que tenemos la opción de simplemente no hacer nada durante nuestro viaje. Entre emplear veinte minutos jugando al Candy Crush y emplear veinte minutos sin hacer absolutamente nada más que la actividad en sí misma de viajar en metro, hay poca diferencia, ¿no? A fin de cuentas, no aprendemos nada nuevo y no producimos nada en absoluto.

He dicho antes que uno intentaba "agarrarse con dos dedos" a la barra del metro porque, seamos sinceros, el metro da asco. El metro huele mal. Por la mañana la gente huele a champú pero después de una jornada laboral la gente huele entre ácido y amargo. Por lo general el metro no tiene iluminación natural, los recorridos son laberínticos y uno pierde el sentido de la orientación. La gente te empuja. El sonido de la sirena que anuncia su llegada o partida es irritante. Los colores desgastados son depresivos. El aire está viciado. En serio, ¿quién en su sano juicio prefiere la experiencia de todo eso a los colorines del Candy Crush? ¡Y más ahora que he ganado una puntuación tan alta!

No somos asociales, simplemente queremos escapar de la experiencia desagradable que nos rodea y para ello usamos los aparatos de formato rectangular, ya sean libros o pantallas, a modo de ventanas hacia otro mundo paralelo lejos de donde nos encontramos en ese momento.

Carmen Valtierra de Luis (@Carmen_Valti - @Limahoya)

martes, 24 de marzo de 2015

La Fundación Louis Vuitton. Tanto si eres fan de Gehry como si no

En general tengo la sensación de que Frank Gehry o mejor dicho, su arquitectura, no es de lo más popular entre la comunidad de arquitectos aunque hay que reconocer que siempre da que hablar. Normalmente hay dos vertientes, o te gusta o no te gusta, o blanco o negro, pero no hay término medio.
Aunque con cierto recelo, al final fui a visitar el edificio de la Fundación Louis Vuitton en París, uno de sus últimos proyectos, ya construido e inaugurado, y he de reconocer que no me decepcionó.

Es un edificio sin contexto físico estricto ya que está en medio de un parque, algo poco habitual cuando hablamos de París. Esta peculiaridad añadida al elevado presupuesto del que se disponía más al hecho de que Gehry fuera el arquitecto elegido por la firma, han dado como resultado evidente una especie de mineral esculpido en mitad del bosque de Boulogne a modo de joya gigante.

A parte de lo que el edificio y su arquitectura representan hay algunos detalles que como arquitecto disfruté durante la visita. 
La locura estructural, por ejemplo, me hizo recordar la típica frase de que la estructura es el ornamento de nuestra época. Me gusta imaginar la sonrisa pícara de Gehry o de cualquiera de su equipo que hubiera estado a cargo del diseño en sus primeros momentos. Me los imagino con una hoja en blanco y un rotulador negro mirando a ambos lados como un niño travieso antes de dibujar las primeras curvas de un boceto que después será transformado cientos de veces hasta tomar la forma que finalmente vemos hoy en día.
También disfruté de la riqueza de los materiales. La madera es madera, la piedra es piedra, el metal es metal. No hay, o por lo menos yo no los vi, acabados en materiales plásticos con imitación de textura de madera o piedra. Cuando te acercas para admirar los detalles constructivos de grandes edificios te sueles llevar una decepción al ver borbotones de silicona que desbordan por cada junta. Sin embargo en la Fundación Louis Vuitton no me llevé esa impresión.

Lo dicho, hay ciertas cosas que uno puede disfrutar de un edificio hecho bajo las premisas citadas anteriormente, seas o no fan de la arquitectura de Gehry.


© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis


Aquí os dejo un par de enlaces:
- Más fotos e información sobre el edificio en Plataforma Arquitectura.
- Página web oficial de la Fundation Louis Vuitton.

Carmen Valtierra de Luis (@Carmen_Valti - @Limahoya)

miércoles, 18 de marzo de 2015

París es bonito desde la primera planta

París es bonito en las postales, en las fotos vintage, en el imaginario colectivo. Pero el París real deja una sensación de gusto amargo, de suciedad y en cierto modo de decadencia. 

No me entendáis mal, me gusta París ¡Y a quién no le gusta! pero hay que saber cómo mirar esta ciudad, sino la percepción de la imperfección llevará a la decepción. ¿Por qué? Porque esperamos mucho de la Ciudad de la Luz. 
Durante décadas se nos ha vendido la ciudad de París como una amalgama de arcoíris, flores y unicornios al más puro estilo de Disney. Los solemnes edificios de estilo hausmaniano, el Sena brillando bajo la luz del sol, el pequeño comercio a pie de calle con sus entrañables cafeterías que adornan las aceras... Y así podríamos continuar durante horas nuestra descripción de esta ciudad de ensueño plagada de monumentos históricos y emblemas de nuestra cultura occidental. 

Antes me he referido a París con el adjetivo "real", real de realidad, no de realeza. Los edificios hausmanianos no son tan solemnes cuando descubres su engaño arquitectónico a modo de decorado en cartón-piedra en vez de seguir los rigurosos cánones de composición y construcción del pasado. El Sena, antes cobijo de enfermedades y alimañas, ahora restaurado aunque no completamente sano, no brilla tan a menudo como nos gustaría, pues el sol no siempre se esfuerza lo suficiente. París no es Londres, pero comparte alguna de su gamas de grises. El pequeño comercio no está tan preocupado en crear rincones entrañables como en acaparar la atención del turista despistado abarrotando las aceras con todo tipo de obstáculos ya sean mostradores, toldos, sillas o mesas.

Cuando familiares y amigos me preguntan si me gusta vivir en París no se sorprenden cuando mi respuesta es contradictoria. Como todo el mundo sabe las grandes ciudades tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Sin embargo una ciudad cambia mucho según el punto de vista ya sea del visitante o del habitante. Las personas que visitan París vienen con una idea muy preconcebida en la cabeza y yo no quiero quitarles la ilusión, pero tampoco quiero crear expectativas.
La imagen idílica que de esta ciudad se tiene llega a límites de que hay empresas especializadas en el transporte de pasajeros desde los aeropuertos situados a las afueras hasta sus alojamientos temporales situados en el centro. Este servicio incluye autobuses de alta gama que emboban a los visitantes con películas como Amélie o Ratatouille para así evitar que los pasajeros miren por la ventana y descubran todo lo que hace que París, al fin y al cabo, sea una ciudad como otra cualquiera. En cierto modo se trata de ocultar la realidad construida a base de grandes infraestructuras de transporte, suburbios descuidados, un árbol agonizante aislado en medio de una intersección de vías rodadas plagadas de tráfico, etc.
También he oído que hay psicólogos especializados en tratar la depresión sufrida ante la desilusión que experimenta el turista, principalmente asiático, ante la suciedad de las calles, el mal olor del metro y el mal humor de los parisinos. 
Ppuede que estas anécdotas sean solo leyendas urbanas, pero algo me dice que podrían ser ciertas. Lo que más se vende de París es la experiencia de París. Uno no paga 5€ por un café, uno paga 5€ por un café con vistas a la Torre Eiffel. Uno no paga 20€ por una decena de macarons, uno paga 20€ por una decena de macarons perfectamente empaquetados en una caja hecha a medida para este dulce, que nada tiene que envidiar al más exquisito packaging de Cartier.

Afortunadamente, o desafortunadamente, vivo en el centro de París. Cuando me preguntan si me gusta París, normalmente se refieren a si la ciudad me parece bonita. La respuesta que esperan oír es un , porque ellos mismos, cuando vengan de visita, esperan encontrarse con esa cuidad idílica de la que todo el mundo habla.
Depende de cómo mires la ciudad así será cómo la percibas. Yo tengo un truco para mirar París. Cuando estés de pie en una calle concurrida, erguido, extiende tus manos frente a tu campo visual, cerca de tu cara, por debajo de la altura de tus ojos, y cubre el campo de visión desde el horizonte hacia abajo. Así verás solamente los edificios hausmanianos, pétreos y másicos, en diferentes tonos de blanco, coronados por sus tejados de zinc de color gris oscuro. Verás sus ventanas dispuestas en una retícula regular, la mayoría protegidas por las características contraventanas metálicas pintadas de blanco. Todo ello enmarcando una gran avenida con el cielo como fondo de escenario y quizás algún monumento o vista de la torre Eiffel. Así no verás las bolsas de basura translúcidas de las papeleras. No verás la multitud de gente que tras la jornada laboral se abre paso entre las hordas de turistas. No verás los semáforos ni las señales de trafico. No verás los coches ni las marquesinas de autobús. No verás las grietas en el suelo ni los restos de agua ennegrecida. Parece mentira que una ciudad como París use de manera tan abusiva un tipo de pavimento negro a base de alquitrán que a parte de resultar poco agradable a la vista da la sensación de que fue concebido con la suciedad como su propiedad básica.
Claro que tampoco verás las tiendas de rosas que sacan sus flores a la calle, o los camareros con sus uniformes impecables. No verás al entrañable anciano que sale de comprar una baguette o la mujer vestida con sus más lujosas pieles que saca a pasear a su perro miniatura. No verás los letreros decorados al estilo art nouveau que anuncian una boutique. No verás los escaparates de las galerías de arte. No verás a un grupo de patinadores ni a una joven montando en bici con su vestido amarillo. No podrás leer los menús ofertados por los restaurantes ni verás los colores de la selección de helados, bombones y demás dulces de las pastelerías.

Afortunadamente vivo en el centro de París. Vivo en el primer piso. Mi ventana da a una calle principal donde, desde mi punto de vista con la línea del horizonte por encima de la planta baja, veo el París real, esta vez real de realeza, con toda la magnificencia que esta ciudad pueda inspirar. Pero al mismo tiempo puedo bajar la mirada y ver todo aquello que me estaba perdiendo al seguir el truco que yo misma recomendaba.

París es incluso más bonito desde la primera planta.

jueves, 5 de marzo de 2015

La Grandeza de Koolhaas

Hace poco he estado leyendo el libro Rem Koolhaas. Acerca de la Ciudad, donde se recogen 4 textos que Rem escribió hace ya unos cuantos años.
Este libro llegó a mi conocimiento gracias al artículo "Koolhaas y la Ciudad" publicado por Anatxu Zabalbeascoa en el blog "Del tirador a la ciudad" (periódico El País). Como bien dice la autora, es instructivo leer a Koolhaas pasado el tiempo. Algunos de sus escritos son brillantes y creíbles pronósticos. Concluye su artículo con una sutil pero mordaz crítica:
[...] buena parte de sus escritos del siglo XXI han dejado de ser creíbles.[...] Eso ha sucedido no sólo por lo que él mismo ha levantado como arquitecto y por dónde lo ha hecho - fundamentalmente en China - colaborando con un tipo muy determinado de política y modelo de ciudad. También ocurre porque el lector puede tener la sensación de que, al final, el eslogan ha terminado por suplantar a la idea. Así, en el último ensayo que recopila este nuevo compendio, “Espacio Basura”, se dice: “la comodidad es la nueva justicia”. Pero también: “lo mínimo es lo máximo travestido”. Y hacia el final: “lo cosmético es, desde ahora, lo cósmico”. De seguir así, el riesgo es que empiece a ser también lo cómico.
Personalmente no hablaré sobre los eslóganes que Rem utiliza para expresar sus ideas, pues aunque a veces puedan sonar ridículos por lo general son acertados. Rem siempre ha sabido manejar el marketing de su marca. Sin embargo, como bien dice Zabalbeascoa en su artículo, todos esperábamos que con el tiempo Koolhaas aplicara sus reflexiones teóricas a la evolución de su carrera profesional. Además ya han pasado 10 años. Una década es una buena medida de tiempo para reposar las ideas y mirar al pasado. Es la medida de tiempo por la que se estima adecuada la vigencia de un plan de urbanismo, por ejemplo, para dar un dato que nos permita situarnos en una perspectiva temporal.

Concretamente, después de leer el segundo texto publicado en este compendio y titulado "Grandeza, o el problema de la talla" (1994) no podía dejar de pensar en el edificio sede de la televisión China CCTV como ejemplo de la arquitectura que él mismo critica.

A partir de cierta escala, la arquitectura adquiere las propiedades de la Grandeza. Con la imagen del edificio sede de la CCTV en mente, enunciaré aquí los teoremas que Rem expone cuando habla de la Grandeza.
Los teoremas aparecen también recogidos en el libro Delirio de Nueva York como una "Teoría de la Grandeza". Son los siguientes:

1. A partir de cierta masa crítica, un edificio pasa a ser un Edificio Grande.

En cuanto al edificio que estamos analizando, no creo que haga falta explicar mucho más. Un programa de 473.000 m2, en torno a 230 metros de altura, 54 pisos, 20 hectáreas de terreno. Queda claro que estamos hablando de un Edificio Grande.

Fotografía por Iwan Baan (fuente)

2. El ascensor y su familia de inventos afines invalidan el repertorio clásico de la arquitectura. El "arte" de la arquitectura es inútil en la Grandeza.

Evidentemente un detalle decorativo al nivel de minuciosidad de las hojas de acanto de un capitel corintio se perderían en la imagen global de este edifico. Todo está construido para ser visto desde lejos. Cuando uno se acerca es cuando empieza a percibir los acabados sin acabar, los cables sin esconder y demás "minucias" de la Grandeza.

Fotografía por Iwan Baan (fuente)

3. La fachada ya no puede revelar lo que ocurre dentro.

Como si se tratase de la continuación de uno de los cinco punto de la arquitectura moderna citados por Le Corbusier, aquí hablamos de algo que va un paso más allá de la fachada libre. Lo que vemos del edificio, su fachada principalmente, ya no sólo oculta sino que desconcierta. Quién sabe si una de esas ventanas es una oficina, una sala de reuniones o la cafetería del personal. Otro ejemplo aún más simple, si yo no hubiera dicho anteriormente que el edificio se trata de la sede de la CCTV, ¿podríais adivinar su uso? Como mucho diríamos que es un edificio de oficinas pero poco más.

(fuente: archinect.com)

4. El impacto de estos edificios es independiente de su calidad.

El impacto de este edificio es de nivel internacional. Personalmente creo que es uno de los edificios más importantes del último siglo. Ha dado mucho que hablar y lo que le queda:

El Presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, ha solicitado el fin de los "edificios extraños" que se están construyendo en China, y en particular en la capital del país, Beijing. En su discurso de dos horas, en un coloquio literario en Beijing la semana pasada, el Sr. Xi expresó su opinión de que el arte debe servir al pueblo y ser moralmente inspirador, identificando a los proyectos de arquitectura: como la sede de CCTV de OMA, como el tipo de edificio que ya no debe ser construido en Beijing.[...]

Podéis leer el artículo completo Por qué el Presidente de la República Popular de China dice "no más edificios extraños" publicado en Plataforma Arquitectura haciendo clic aquí.

5. La Grandeza ya no forma parte de ningún tejido urbano. La Grandeza existe; como mucho, coexiste. Su subtexto es que se joda el contexto.

Y que conste que no lo he dicho yo, ¡que lo dice Rem!

(fuente: archinect.com)

Después de enunciar estos 5 teoremas, Koolhaas continúa en su texto con frases como "debido a que no hay una teoría de la Grandeza, no sabemos que hacer con ella" o "la Grandeza vuelve a un modelo de alquimia programática". En esta arquitectura que Rem describe, lo que prima es la función, el programa, la organización de los espacios según sus relaciones.
También explica el concepto de que la Grandeza, por definición, depende. Dice, "más allá de la marca, la Grandeza significa rendirse a las tecnologías; a los ingenieros, contratistas y fabricantes; a los políticos; y a otros."
La Grandeza solo es independiente en su relación con el tejido urbano. Su independencia con respecto al contexto en el que se ubica la hace competir con la propia ciudad; la Grandeza es la ciudad.

Me ha resultado satisfactorio el poder usar uno de sus edificios como ejemplo ilustrativo y real (real de realizado, construido) de su teoría. Finalmente R. Koolhaas se ha convertido en el protagonista de su propio pronóstico. 

Carmen Valtierra de Luis (@Carmen_Valti - @Limahoya)

miércoles, 18 de febrero de 2015

La Villa Saboya o Savoye o como sea

Escribir sobre una obra de arquitectura de tal calibre, de la que tanto se ha hablado y la cuál aún da para escribir otros tantos libros, me produce escalofríos. Qué decir que no se haya dicho ya antes y mejor que lo que yo pueda decir aquí. Por ello he decidido no escribir demasiado.

Para los que no la conozcáis, la Villa Saboya es una casa unifamiliar creada por el arquitecto Le Corbusier. Es una de sus obras más conocidas que todo estudiante de arquitectura anaiza durante los primeros cursos de la carrera. En ella el arquitecto aplicó los cinco puntos de la arquitectura moderna, formulados por Le Corbusier en 1927 (Movimiento Moderno).
A continuación os dejo la explicación que aparece redactada en el folleto que reparten en la propia casa/museo Villa Saboya:
- Los pilotes: con los pilotes, Le Corbusier hace de su construcción una "caja en el aire" cuyo basamento se funde en la hierba circundante.
- La cubierta plana: la cubierta plana se convierte en terraza accesible que puede contener espacios ajardinados. el edificio destaca sobre el cielo por su línea horizontal.
- La planta libre: gracias al hormigón armado la casa se libera de los muros de carga . Los pilares, dispuestos en una retícula, sustentan los forjados de manera que unos ligeros tabiques bastan para separar los espacios.
- La fachada libre: como las fachadas son independientes de la estructura principal se posas libremente sobre los pilotes. Su composición está regida por las vistas desde el interior.
- La ventana longitudinal: no portantes, las fachadas pueden ser perforadas ampliamente por largas ventanas que aportan luz y transparencia, cualidades muy apreciadas por el movimiento moderno.

Como arquitecto, el poder visitar la Villa Saboya es toda una experiencia. Por fin pude experimentar el término architecture promenade o paseo arquitectónico en primera persona. Algo que a pesar de haberlo estudiado uno no lo aprecia hasta que no lo experimenta. El arquitecto escogió la forma de mostrar la casa mediante un calculado recorrido en donde se van apareciendo los distintos elementos que componen la obra. No se muestra el conjunto a primer golpe de vista sino que se van adivinando los espacios, las estancias, los usos según seguimos el camino trazado por Le Corbusier.


© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

Aquí os dejo la página web oficial de la casa/museo: http://villa-savoye.monuments-nationaux.fr/

Y aquí os dejo este link con el trabajo de Xavier Delory, que crea imágenes ficticias de la Villa Saboya como si ésta hubiera sido víctima del vandalismo y los graffitis. Un trabajo muy interesante: http://www.designboom.com/art/xavier-delory-pilgrimage-on-modernity-villa-savoye-le-corbusier-09-17-2014/

Carmen Valtierra de Luis @Carmen_Valti - @Limahoya)

lunes, 9 de febrero de 2015

Imagen y código: alcance y límites del convencionalismo en la representación pictórica

Hacía ya tiempo que no escribía sobre los ensayos de Gombrich recogidos en "La imagen y el Ojo", concretamente el último post fue Los criterios de fidelidad: imagen fija y el ojo en movimiento. Así que nada mejor que retomar sus estudios para el primer post de 'Limatesa y limahoya' en el 2015.

En imagen y código: alcance y límites del convencionalismo en la representación pictórica*, Gombrich retoma la diferencia entre naturaleza y convención explicando que las imágenes son naturalmente reconocibles por ser imitaciones, mientras que las palabras están basadas en convenciones. Suena bastante lógico ya que las palabras, como parte de un lenguaje, surgen gracias a convenciones culturales en donde se acuerda y otorga un significado específico a cada una de ellas.
Aquí pongo un ejemplo; en un cuadro de Mondriaan no es tan evidente reconocer a priori el tema imitado pero sí reconocemos las formas geométricas y los colores de forma natural aunque no conozcamos su significado. 

Tableau I, 1921, Piet Mondriaan (fuente)

Al leer La Imagen y el Ojo es imposible no pensar que una característica en la obra de Gombrich es su enfoque relativista y en este ensayo queda patente cuando Gombrich elogia a Nelson Goodman, quien dijo “el relativismo es relativo”. Explica que es difícil saber qué reacciones pertenecen a la naturaleza humana, a su biología y cuales a su personalidad.
Mediante el análisis de un anuncio del metro de Londres nos muestra tres etapas para conseguir el efecto deseado en una imagen publicitaria: la primera es captar la atención o provocar la alerta mediante la sensación de significado, la segunda es la perplejidad mediante el enigma o la incertidumbre y la tercera es la integración de significado. Es el significado el que nos lleva a la convención y no la convención al significado. Esta teoría se aprecia en cualquier imagen publicitaria actual y sirve para el análisis de la misma.

Gombrich añade una observación que creo bastante acertada: “nuestros sentidos fueron dados para aprehender no formas, sino significados”. Así es cómo la parte biológica del hombre contribuye a la percepción de imágenes.

* Imagen y código: alcance y límites del convencionalismo en la representación pictórica, es el último capítulo de "La Imagen y el Ojo, nuevos estudios sobre la psicología de la representación pictórica" de E. H. Gombrich.

Carmen Valtierra de Luis (@Carmen_Valti - @Limahoya)

martes, 16 de diciembre de 2014

Contraste: el edificio de Nouvel y el pabellón temporal de KILO

Según la RAE, pabellón es el edificio que constituye una dependencia de otro mayor, inmediato o próximo a aquel. Este es el caso del pabellón temporal creado por el estudio de arquitectura KILO en la plaza pública frente al Instituto del Mundo Árabe de Jean Nouvel en París.

El pabellón se enfrenta al espacio público como contraste con lo existente. Contraste en su forma. Se trata de unas formas curvas, orgánicas, con ángulos agudos apuntando al cielo que, en definitiva, nada tienen que ver con la forma cúbica y ortogonal del edificio de Jean Nouvel, cuya fachada sigue una cuadrícula regular totalmente ordenada y racional. Contraste en cuanto a materiales. El pabellón está hecho a base de tiras de piel de camello cosidas entre sí, mientras que el edificio destaca por su fachada de vidrio con la característica celosía metálica. Contraste de colores. Contraste incluso en cómo los materiales se comportan bajo la misma luz.
Lo mejor es ver las imágenes que hablan por si solas.


© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

© Carmen Valtierra de Luis

El problema que veo en esto que llamamos arquitectura efímera es que al final las instalaciones suelen quedar excluidas en el diseño del susodicho pabellón lo cual nos lleva a tener que crear un "pabelloncito" para el pabellón principal donde metemos los baños y "todo aquello que molesta". En el caso de la obra de KILO los aseos y la pequeña cocina que da servicio a la cafetería instalada dentro del pabellón, están agrupados en otro volumen situado a unos metros de distancia que podéis ver haciendo clic aquí. Es un "sub-pabellón" blanco con forma de prisma que camufla unos clásicos containers.

Al parecer la regla del diseño consiste en: lo que no sepas cómo solucionar en tu edificio o pabellón, lo agrupas y creas otro pabellón de menor tamaño que de servicio al primero y así sucesivamente hasta que "das solución" a todos los problemas arquitectónicos de esta arquitectura efímera.

Carmen Valtierra de Luis (@Carmen_Valti - @Limahoya)